Asociación Taller Protegido Concordia


Asociación Taller Protegido Concordia
Manos Esperanzadas

En el año 2013, se cumplieron 30 años de su creación. Esta página es un homenaje a quien fue su principal motor, creador, impulsor , que ya no está presente, Miguel José Sarli, y a los padres y docentes, como Pilar Arregui, y Pilarin Royo que desde el año 1983 movilizaron a tantas personas, y pusieron tanta fuerza y energía, y a quienes ahora están luchando día a día por su crecimiento y por las personas que allí trabajan.


Historia de Ataproc


ATAPROC


¿Cómo nació este taller protegido?

Yo puedo hablar desde el recuerdo, desde la emoción, desde el amor de hija y de hermana, pues fue así como surgió: de una gran necesidad que tenía por entonces la Ciudad de Concordia, y de un padre (Miguel José Sarli) que, habiendo nacido en esta hermosa ciudad, y formado su familia en Capital Federal,  quiso que su familia se estableciera para siempre en ella, llevando en el año 1974 a su esposa y cuatro hijos a vivir allí.

Miguel, el único hijo varón de esta familia, había sido diagnosticado a los 3 años de nacer, en Capital Federal, como discapacitado intelectual, con un retraso mental no muy grave, pero que lo incapacitaba para comenzar a hablar correctamente, y con el tiempo, también para aprender las funciones lógico-matemáticas fundamentalmente.

Podría decir que a partir de ese momento, la vida de la familia cambió para siempre. Lo primero que se hizo fue contratar a una fonoaudióloga para que con toda la didáctica y paciencia del mundo le enseñara a hablar, muy de a poco pues lo que a sus hermanas le había resultado tan sencillo y simple, a los 2 años,  a él , ya pasando los 3 años, le costaba muchísimo.

Luego vino la inserción escolar, que fue difícil pues si bien su deficiencia o discapacidad no era muy notoria, y con  la ayuda de la fonoaudióloga comenzó a hablar bien, y constantemente era estimulado para hablar y hacerlo de la mejor manera posible, no era  como un par de su misma edad y eso a veces se notaba, lo cual provocaba burlas, y comentarios que lo hacían volver  triste del colegio primario y no querer regresar a clases.

Pudo sin embargo pasar algún grado, con mucha dificultad, hasta que sus padres decidieron enviarlo a un colegio especial, Cepla.
No quiero que la familia sea la única protagonista, pero un poco estas páginas son para mostrar lo que el amor de un padre, preocupado por el futuro de su hijo pudo llegar a lograr y a crear, si bien en ese momento aún no sabía hasta donde ese amor lo llevaría.

Por entonces, la familia vivía en Capital Federal, y se avecinaban momentos inciertos, pues en aquella época, aún no se tenía demasiado conocimiento sobre cómo tratar a un hijo deficiente mental y si bien había ya colegios especiales creados para que los niños pudieran asistir a ellos, no era demasiado difundido en todo el país, y los niños no estaban del todo integrados al sistema educativo tradicional, sino más bien, segregados.

Todo esto obviamente, fue cambiando muy lentamente y en ese proceso, los padres y familiares directos fueron acompañando a los niños que sufrían en carne propia discriminaciones y burlas si los padres insistían en enviarlos a una escuela que no fuera de enseñanza especial.
No era algo corriente,  y también era costoso, no había demasiados maestros dedicados a niños discapacitados mentales ni colegios a donde enviarlos.
Mucho menos, talleres a donde luego poder continuar lo que en el colegio especial pudieran haber comenzado.

Miguel entonces, comenzó a concurrir  al instituto de enseñanza especial C.E.P.L.A, Cepla  F.Lacroze 2138.Tel: 4772-4117en Capital Federal.
Luego, cuando se decidió el cambio de residencia de Capital a Concordia, Miguel dejó de concurrir a una institución especializada, pues había avanzado y su padre, como es lo lógico en todo padre, tuvo una chispa de esperanza y pensó que podría concurrir a una escuela para niños normales. Lo intentaron nuevamente, pero no funcionó.

A partir de allí, fue quedando fuera de la educación formal, y es así como buscando intensamente educación para darle, se fue encontrando con gente que se dedicaba a estos niños, y con quienes luego fundaría el taller ATAPROC.
Fue de la mano de Pilar Arregui, psicopedagoga especializada en enseñanza a niños diferentes, que pudo avanzar algo en su camino.

Pasó el tiempo y Miguel padre, fue incursionando en congresos y talleres que organizaba F.E.N.D.I.M (Federación Argentina de Entidades Pro Atención a las personas con discapacidad intelectual)(federación nacida en el año 1966) en todo el país, y aprendiendo lo que debía saber para formar un taller protegido, un sueño que tenía desde que Miguel hijo comenzó la adolescencia.



Siempre pensaba qué haría su hijo luego de cumplir  los 17 años, y cómo se insertaría en la sociedad.
En estos congresos a los cuales asistían los padres de Miguel hijo, comenzaron a contactarse con otros padres y docentes de adolescentes con discapacidad intelectual, con los cuales pudieron intercambiar vivencias, experiencias, ideas para poder ayudar a sus hijos, y de allí surgió la idea de ATAPROC.

La primera persona convocada fue Pilar Arregui quien tendría una importante función pues era psicopedagoga especializada en discapacidad intelectual.
Se hicieron varias reuniones en su domicilio particular a donde cada vez se iba sumando más gente que se encontraba con la misma inquietud y que podía reconocerse en esta búsqueda que habían emprendido hace tiempo atrás.

El primer gran desafío fue encontrar donde funcionaría.

Primero lo hizo en una casa ofrecida por uno de los padres, el Sr Masut, cuya hija tenía síndrome de Down y que encontró esta idea muy viable para la inserción de la misma a un lugar de trabajo. Durante un tiempo estuvieron allí, luego  y a medida que más padres con hijos discapacitados intelectuales mayores de 18 años se enteraban, el grupo iba creciendo y haciéndose necesaria la búsqueda de otro espacio mayor.
Llegó entonces el Palacio Arruabarrena.

Para ese momento, ya no recuerdo demasiado fechas exactas, pero mi padre, Miguel José Sarli, había convocado e involucrado en esta maravillosa obra a su hermana, Maruca Sarli (docente de escuela primaria) y a mi tío, su hermano, el contador Pedro Sarli que colaboró realizando este trabajo, ad honorem, durante un tiempo.

Por esa misma época, también mi padre entre su trabajo y sus viajes semanales desde Capital Federal a Concordia (todos los fines de semana sin excepción durante 22 años) (pues él por razones laborales residía de lunes a viernes en Capital Federal)y se hacía tiempo en la convulsionada Capital para ir a varios lugares del gran Buenos Aires a buscar los implementos necesarios para que los chicos pudieran trabajar en la confección de bolsas de residuos, cepillos y trapos de piso que era lo que por entonces (entre los años 1983 y 1990 y algo, no recuerdo bien) realizaban.
Recuerdo también que puso dinero propio para comprar una de las máquinas para hacer bolsas, no recuerdo bien, pero estoy casi segura de ello.

Cuento todo esto, pues es una parte de la historia que nadie sabe, lo sé yo, porque fui parte activa de la creación de este taller, y tengo recuerdos imborrables del entusiasmo puesto por mi padre y la gente que amaba a mi hermano, y en él a los chicos con discapacidad intelectual, gente que sin ningún ánimo de lucro, sin ningún tipo de intereses creados trabajó incansablemente para que los chicos pudieran trabajar, sentirse útiles a la sociedad, realizar una tarea digna y ganarse el respeto de la comunidad.

Mi padre (Miguel José Sarli) dejó el taller hace unos cuantos años, y partió de este mundo en el año 2009, pero su impronta, su espíritu de lucha y sobre todo , su trabajo, quedará de modo imborrable en este taller y en el corazón de todos aquellos quienes tuvieron el mismo sueño.

Tal vez allí ya  no queden personas que lo recuerden como fundador, tal vez solo su hijo, mi hermano, sea el único que recuerde esos comienzos, pero no importa, él , se fue de este mundo, sabiendo que su hijo seguía concurriendo al taller, como uno más, sin que las personas que actualmente están allí lo recuerden o sepan bien como comenzó todo.

Hoy, sé que el taller sigue funcionando y hay mucha gente que sigue estos primeros pasos y lo sigue llevando adelante.

Este blog pretende ser completado, pues hay partes que aún me faltan agregar, pero no quería dejar pasar este año, en el cual se cumplen 30 años de su creación, para rendir este homenaje a quien para mí y para quienes lo conocieron, fue el motor fundamental que puso en marcha esta obra tan importante para la sociedad de Concordia, el primer y hasta ahora único, Taller Protegido para Adolescentes y Adultos con discapacidad intelectual

11 de mayo de 2013

©María Elena Sarli
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